Somática y salud mental por Selma Bozánic

“La naturaleza no se apura, aún así todo se consigue” – Lao Tzu

Explorar el mundo de la somática en el contexto de la salud mental abre caminos llenos de posibilidad. En momentos de ansiedad, depresión, TEPT o TDAH, trastornos que hoy tienen una alta incidencia, el cuerpo puede sentirse como un campo de batalla. Sentir que mi corazón está a punto de explotar, la parálisis que me deja atrapada en la cama, el impulso de huir o el congelamiento son experiencias físicas intensas y profundamente incómodas. En estas condiciones, el cuerpo deja de ser un lugar seguro. Pero todos esos síntomas son también historias que el cuerpo necesita contar y que en muchos de los casos no tienen palabras. La terapia somática trabaja con el cuerpo, sabiendo que es un territorio lleno de memorias, experiencias, sensaciones y emociones.

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La historia personal de tu cuerpo y el mío necesariamente inicia en el nacimiento, donde somos completamente dependientes de nuestros cuidadores, tenemos sentidos híper sensibles, una curiosidad plena y la capacidad de capturar y tomar cuenta de cada experiencia vivida. Entre el nacimiento y los 5 años, pasamos de tener 25% a 90% de nuestra masa cerebral total y es que nuestra estrategia biológica es nacer inmaduros para adaptarnos rápida y específicamente al espacio, tiempo y circunstancia a la que nacemos. Estos primeros años son el escenario principal del gran conflicto entre la autenticidad y el apego, demasiado grande, demasiado rápido, demasiado pronto, demasiado doloroso o demasiado poco durante demasiado tiempo nos ha pasado a todos, a unos más que a otros. Pero el ingrediente final que engloba este proceso de nuestra historia temprana, es que no podemos recordar los acontecimientos que moldearon nuestra adaptación. No hay recuerdos ni palabras que me permitan procesar esto que me pasó, que desconozco pero que sé que está porque puedo sentirlo, y lo siento en el cuerpo.

Las prácticas somáticas no trabajan con la sabiduría de la razón sino que evocan a la sabiduría profunda y orgánica del cuerpo. Hablar de la inteligencia del cuerpo comienza por comprender que somos parte de un sistema natural que lo abarca todo. Esta inteligencia se manifiesta en las fuerzas que permiten a los átomos atraerse entre sí, organizarse en moléculas, cooperar y formar sistemas complejos. El cuerpo humano, como ecosistema, reúne cerca de 40 billones de células que trabajan en armonía para mantener el equilibrio necesario para la vida. Y no de manera poética, sino que es esta fuerza de cooperación y organización lo que nos permite existir, cada minuto y cada día de nuestras vidas.

Diversas miradas proponen caminos para explorar esta sabiduría corporal. Aunque cada enfoque tiene su particularidad, todas comparten un elemento común: el foco está en el cuerpo, en la escucha interna y en permitir un tiempo pausado y seguro, donde lo importante no es hacer, sino ser. Para mí, hablar de somática es hablar de un regreso. Es la posibilidad de recuperar la experiencia de sentirme segura en mi propio cuerpo. Recuperar, porque en algún momento esa seguridad existió y se perdió; pero también porque implica pertenencia. Es algo mío, algo que siempre estuvo ahí y que puedo volver a encontrar.

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